Punk Rock y otras drogas

Cuando descubrí a Sex Pistols mi cabeza estalló. Debe de ser porque nunca antes me había tocado escuchar un mensaje tan directo y CRUDO, escencialmente CRUDO... Venía de mi intento número 5000 por encontrar algo con qué identificarme. Nunca me hice un mohicano, nunca me teñí el pelo, nunca me sentí escoria social ni me habían echado de mi casa, pero me sentía profundamente identificado con ese sonido.

Busqué más, caí en The Ramones, The Misfits, The Damned, Dead Kennedys, y en un montón de ejércitos triacordes, hasta que descubrí a Bad Religion... entonces todo vuelve a cero.

El sentido crítico -en una etapa adolecente- del Punk setentero se revuelca en complejidades, filosóficamente, más profundas. Era 1993 y no era más un pendejo imbécil. Ya sabía que la vida no era rosa, que no la será y que lo mejor que podía hacer, ya que no cambiaría el sistema era prepararme para sobrevivir a este mundo gris maquillado en rosa y en pastel.

Corrompí a mis amigos, les hice quemar los discos de U2 y de Pink Floyd y de Silvio, nos colgamos cadenas y candados, nacimos de nuevo en un rito de pogo y rock and roll. Esa fue mi primera droga y la mejor.

Desde ese entonces mi ojo frente a la vida se pintó de negro, me convirtió en alguien un poco más ácido, más perspicaz, más negativo, pero más alerta.....

Este capítulo es antiguo pero este es un punto de inflexión en la definición de mi personalidad. Me paró de una manera distinta en la política, en mis relaciones sociales, en mi manera de ser, de criticar al mundo y de criticarme a mí mismo......

Más........ Mañana.............