The Sun Always Shines On TV


Cuando uno imagina, cuando se construye ilustraciones mentales de la realidad, se tiende a ser naife, sobre todo si lo que te ocurre no es como uno quiere, y entonces uno adapta su propia estructura mental, de tal manera de hacer que realice las operaciones necesarias para modificar lo que de verdad ocurre. Estoy hablando de cuando nuestras entelequias se confabulan para funcionar como un televisor. En la tele todo es brillante, magnífico y anestésico, y cuando tus dosis de dolor requieren de calmantes, entonces la cabeza te hace el favor de darte explicaciones y combina hechos de tal manera en que te resulten aceptables.

Todo esto funciona bastante bien, hasta que en cualquier momento, en especial justo antes de caer dormido, las cosas te encajan justo como son. Y despiertas. Y pierdes una noche de descanso y tu tranquilidad, se pierde el confort de la anestesia.

El televisor, tarde o temprano se apaga, y cuando eso ocurre sólo te queda la ventana a la realidad.

Maldita sinapsis neuronal, por qué de todas las que se producen, la que de verdad sirve opera en el momento más inoportuno?!, por qué malgastar tantas en el absurdo, en el autoengaño.

Dónde entrenan cerebros para ver lo real, lo concreto?

Parece que me equivoqué, debí ser Ingeniero, los números no mienten, la poesía sí (que suerte que no soy poeta).

Esteroides, Yo?! (O mente insana en cuerpo sano)



El sedentarismo en el que me encuentro inmerso prácticamente desde la medianía de mi adolescencia ha dado como resultado a un tipo sin ningún desarrollo muscular, y esto se debe -seguramente- a que dentro de la trenza genética que me define como espécimen de la raza humana, faltó el nudo que te hace un buen deportista, de hecho cada vez que entré a una cancha a patear una pelota, sólo sirvió para recibir los iracundos insultos de esos que se llaman mis amigos, y a no más de 5 minutos desde esa entrada.

De chico quise hacer karate, para convertirme en un matón, y lo único que aprendí (y es algo que conservo hasta hoy) es que la violencia es algo que debe evitarse hasta las últimas consecuencias.

Alguna vez jugué vóleibol, pero no tengo la altura para una competencia seria, y cuando me acercaba a la mayoría de edad, descubrí que era mucho m´ás interesante gastar mis largas horas de ocio (que extraño muchísmo) en escuchar un disco y en aprender a tocar instrumentos musicales. De hecho, recuerdo perfectamente esas ocasiones en que yo mismo me redactaba los justificativos para no hacer educación física, logrando una impresionante prolijidad para imitar la firma de mi mamá.

Entonces, así han transcurrido los últimos 10 o 12 años de mi vida. Sin ninguna actividad física, excepto pot los dos abdominales diarios (al levantarme y al acostarme) y el ejercicio de soportar mis brazos sobre mis muñecas cuando estoy en el computador. Lo que es cierto es que camino mucho, fundamentalmente porque no tengo auto. También ejercito mi rostro con muecas espantosas, generosas y cómicas, y mis manos mientras hablo, pero la educación física ortodoxa no reconoce estos ejercicios como actividad física.

Por estos hábitos, si me atrevo a comer durante dos semanas un poquito más de lo común, engordo como bomba de agua bajo la llave.

Otro punto a considerar es que, a pesar de que me he acostumbrado a vivir bajo alta tensión, a veces necesito romperle la madre a alguien, y como odio la violencia, no tengo cómo liberar físicamente esas tensiones. De hecho ahora mismo tengo el cuello como cuentas incas.

Y para qué tanto paseo por mi anecdotario??, pues simplemente para que se entienda por qué decidí ir a un gimnasio.

No es vanidad... es salud...

Mi mente se somete a niveles de tensión tales, que necesito descargarlas físicamente, necesito energía para encontrarme con alguna amenaza y partirle la madre, necesito energía para subir un cerro de Valparaíso y no quedar con la lengua afuera, necesito asegurarme vivir algunos años más, ya que todo me tarda tanto tiempo, que si no lo hago me moriré antes de que complete los proyectos. Necesito poder sacarme el suéter y no tener que sugetarme la polera para que no se me vea la panza (y este es un aspecto de salud también, de mi salud mental), necesito dejar de ver ese guatero que asoma bajo mi pecho cuando me ducho, y para eso... una evaluación de estado físico y máquinas y mi MP3player (aunque con Rock and Roll, porque no soportaría someterme a compartir 60 m2 con un montón de sudorosas almas jadeantes a ritmo de música electrónica o tecno pop). Y además... recuerdo que tener actividad física me permite tener mi mente en blanco, lo cual es un descanso impagable para mí, sobretodo si gastar tanta energía me permitirá volver a dormir como corresponde, después de años de trastornos de sueño...

Esta es mi apología, pero que quede claro que no quiero convertirme en un musculín, no me interesa parecerme a Schwarzeneger y lo ideal es mantenerme lo más lejos de esa imagen. Lo único malo es que seguramente me veré rodeado de gente así, pero eso lo sabré cuando sude en colectivo.

Que habrá sido de ese chico de 17 años de 1996??



I AM THE ANTICHRIST
AND I AM AN ANARCHIST
DON'T KNOW WHAT I WANT, BUT I KNOW HOW I'LL GET IT
I WANNA DESTROY
PASS IT BY...

(Anarchy in the U.K. - The Sex Pistols)

Desde que empecé a vitrinear en el boulevard de la adolescencia contemporánea, me he llevado mil sorpresas. He descubierto que ya estoy muy lejos de ellos, que no me identifico en lo más mínimo con ellos, que muchos de los discursos que tanto defendí se han esfumado, que me parecen absurdos, que me parecen insulzos también. De hecho, muchos, o casi todos, me disgustan bastante.

Estar en este proceso es penoso por momentos, pero también es paradójico, pues por cuánto más me alejo de esa vida irresponsable y despreocupada, descubro que estoy también más viejo. Lo que más me preocupa es que me esté vendiendo inconcientemente, que los "valores" que tanto defendí se me hayan olvidado, perdido, pero el asunto es que sencillamente no soy capaz siquiera de recordar cuáles eran los argumentos bajo los cuales defendía el uso de bototos, cadenas, de tener la actitud de mierda que tenía con todo, ni menos cuál era el sostén del odio que sentía, ahora me pregunto qué habrá sido de ese chico de 17 años que alguna vez fuí. Sin embargo, hoy me siento bastante orgulloso de sostener algunas de esas críticas, de defenderlas mejor aún y de estar perfectamente conciente de aquellos asuntos que me molestan de la sociedad, de las relaciones humanas y del sistema global, y seguir en la búsqueda de una alternativa al modelo estandarizado. Ahora no porto cadenas, ni candados, ni alfileres, ni bototos, pero sigo odiando el capitalismo y la vorágine del consumo tanto como antes, porque la conozco por dentro, porque sé perfectamente bien de qué se trata.

Crecer es desengañarse, y para cuando me dí cuenta de esto, dejé -por ejemplo- de comprar poleras con imágenes de anarquismo y rebeldía, porque un buen día descubrí que quienes las fabrican se llenan los bolsillos con la plata de los "rebeldes" que las compran. Eso ocurrió hace bastante tiempo y ahora sé concretamente que eso no me interesa más.

En este proceso (de madurar a golpes.. y no de sol precisamente) he sufrido experiencias personales difíciles, y eso es un tema que está en lo individual y no colectivo (como todo lo anterior), sin embargo he sido testigo de la frialdad de los intereses que puede tener alguien sobre otra persona, por sobre la buena convivencia, por sobre la cortesía, e incluso por sobre el amor. He descubierto como casi todos al final, se entregan al juego del consumo y se beben el néctar del interés material por sobre el humano (aquí no hablo de espiritual porque dejé de creer en el espíritu y/o el alma de las personas).

Lo humano es para mí lo fundamental, y aunque eso me ha dificultado mucho las relaciones con muchas personas, es algo a lo que jamás renunciaré, los valores humanos, ser un buen ser humano que se vincula con buenos seres humanos, no con jefes, no con subordinados, no con pagadores y cobradores.

Este sistema es una mierda, y es poco y nada lo que se puede hacer al respecto, sin embargo yo trataré de sobrevivirlo, de estar encima de él, de cumplir con la mecánica necesaria de producción y retribución (a causa de mis responsabilidades), pero con el valor de lo humano.

Checking.... (Anxiety Keeps Me Happy)


ANXIETY (keeps me happy!!)

"Anxiety, anxiety keeps me happy.
Always screamin' at someone.
Got a temper like a gun.
Hair trigger personality.
Anxiety keeps me hap-happy."

(Anxiety - Mondo Bizarro / The Ramones)



Estaba parafraseando algunas ideas revueltas, a ver si desataba algunos nudos y conseguía por fin que un tallarín saliera completo en este plato llamado cerebro.

La verdad es que me pareció una verdadera insolencia el que de pronto aceptase que no pudiera escribir y eso ha hecho aparecer a este tallarín, el que habla de cómo la autenticidad es precursora de las ideas, y también cómo un mismo tallarín puede enrollarse en sí mismo para complicarse solo.

Esta complicada explicación apunta a algo bastante sencillo. A veces por falta de autenticidad se propone uno un modelo, que no necesariamente encaja con uno mismo, por lo que muchas veces esto se convierte en una verdadera tortura. Ayer se me ocurrió inventarme un personaje para vestirme de él, hablar como él y así hacer de mí alguien mejor, pero la verdad es que no me resulta mucho jugar a ser el que no soy, básicamente porque mis cualidades actorales consisten en un menú bien acotado de aspectos de mi propia personalidad, es decir, aunque actúe estoy siendo yo mismo, lo cual no es necesariamente algo muy bueno.

En rigor, el problema existencial que me cayó encima es el de la aceptación, ante mi incapacidad absoluta de ser otra persona, y con esto, también el tener que hacerme la idea de que cambiar no es algo fácil de hacer. Por un breve momento que duró días, he deseado ser otra persona, afectarme de manera distinta por lo que me sucede, reaccionar distinto, hacer de mi un tipo digamos… más atractivo y sólido, pero sufro de pudor excesivo, y de una incapacidad total de abstraerme de lo que soy, principalmente de mis límites, sobretodo ahora que cargo un marcado nuevo marco moral y ético, a causa de circunstancias personales relativamente recientes.

La cuestión es preguntarse si vale la pena estar permanentemente deseando la suerte de otros, como si tratando de ser otro las cosas vayan a resultar mejores, y el producto de esa reflexión es claramente que no, que de hecho el camino hacia la sanación se inicia desde que las condiciones desfavorables que se tiene se aceptan, y se trabajan en torno al individuo que uno es.

Lo que pasa es que durante el último tiempo he tenido más ganas de lo habitual de ser otro, de ser distinto, porque en realidad estoy vulnerable, intolerante, y me siento frágil. He vuelto a sentir que las circunstancias me sobrepasan y que no puedo hacer mucho por intervenir en ellas, que las noticias me caen encima sin que pueda hacer nada al respecto, que todo el mundo avanza y yo estoy aquí sentado contemplándolos, y aunque sé que varios se irán a caer, preferiría estar en camino al abismo que en esta quietud incómoda, madre de mis ansiedades.

Estoy muy preocupado, asustado incluso, porque mis proyectos funcionen, pero no dependen sólo de mí, y estoy muy asustado por poder fracasar, pero he aprendido algo, y es que nada de lo que ocurra o deje de ocurrir pasará porque sea yo otra persona, sino porque la manera en que intervenga en mis situaciones será en definitiva, la manera en que resultarán, y las únicas maneras que tengo son las propias, las que tengo instaladas, o las que soy capaz de instalar en mi propio sistema operativo.

Saludos